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Actualidad Jachallera » Opinión » 20 jul 2019

Un amigo jachallero

En este día, unas ganas bárbaras de decirle a la mistad en prosa lo que uno siente. Por Marcelo Castro Fonzalida.


Y a los amigos se los deja siempre a mano, como el vaso de agua en la mesa de luz; o el encendedor en el bolsillo del pantalón. Amigos para encender una mecha, una historia, una vida.

Son de esos humanos que se hacen familia, remedios a las enfermedades; poesía en noches dónde no hay nada para leer.

Los conceptos son más diversos que un día, una fecha y todo el derroche innecesario de una imposición extranjera.

Mirá si voy a festejar a mis amigos solo porque un país con hambre de conquista eterna nos dice que un gringo pisó y cagó en la luna.

Si quiero traigo la luna talón a talón desde allá arriba solo para mis amigos. Si es necesario también me cargo el sol sin guantes y un par de estrellas para el postre.

La fidelidad es otra construcción, no se es, se hace al andar. Pero fiel a los abrazos y las miradas hacía el otro, ¿algo más?.

Mis amigos se llaman George Harrison y Leonard Cohen, Roberto Arlt, Carlos Alberto Solari y Mercedes Sosa. Ellos- elles-todos, tienen algo distinto. Sus ojos cantan, escriben, dicen, lloran y aman con la intensidad del viento zonda. De un invierno más o menos jachallero.

Dice Atahalpa que:

“Tuve un amigo querido

que murió en Ñacahuazú

su tumba no la encontraron

porque no le han puesto cruz.

No importa

lo mismo la hemos de hallar

multiplicada en el aire

donde está la libertad…”

Ese es el desafío Don Ata, la libertad diaria, que construye, que modifica y profesa, que azota los olvidos, que se hace entre dos o más, en millones, en los que más quiera cada uno; con las palmas abiertas y golpeando las espaldas, en madrugadas empedradas, en funciones de actos colectivos y de Malbec; en fin, por ahí va la amistad.

Soy de mis amigos una gran parte, un alumno estoico de sus costumbres y enseñanzas. Cómo viejos sabios y alquimistas de una vida que la llevan a fuerza de lucha y pedaleos uno adquiere ciertos conocimientos que no olvida jamás, es que ellos entregan sabiduría sin querer.

Eso sí que sí; ¡cómo quieren ellos! Mucho, como cien siglos juntos. Quieren tanto que ni el propio odio que engendra este mundo los fracturaría. Y esto que el odio es mucho; la grieta es grande, y los salarios muy bajos.

¿El señor Panza y don de la Mancha habrán pensado en el día del amigo? ¿O solo se habrán conforma con derribar gigantes molinos universales?.

Vaya a saber que era de antes a lo que es ahora la palabra amistad. Porque en los pueblos parecen que ese concepto no es el mismo que lo dicen en la televisión, o peor aún, en las redes sociales.

El Che era amigo de Camilo y no de Fidel, Buenaventura de Evita y Charly de Mercedes. Como binomios impensados, todos encontrándose en los caminos de la vida. En las luchas. En los baños llorando un desamor o una revolución. En los hambres y la humanidad. En los barrales de las canchas, en las oficinas de dos por dos, en los fondos con fondos, en la pobreza y las soledades; en los silencios y las distancias.

Los amigos son como una manzana jugosa y firme, sin espacios para la arenosa muerte. Cuándo no sabemos quiénes somos está la amistad: firme, angelada y alimentada por horas de café.

La amistad es más que dios, mucho más que él. No duda ni perdona, solo te deja andar caminos eternos.

Aún en los peores desastres naturales, la amistad estará perenne ante el olvido. Según los estudiosos, un eclipse total de sol podrá verse por estas tierras en unos trescientos años. Cuando eso suceda, la amistad aún será una niña.

Como la canción que se pregunta dónde va la gente cuando llueve, creo fervientemente que va a buscar la amistad.

Por lo menos, es lo que me sale pensar por ahora.

Saludo a ustedes atentamente: Un amigo jachallero.

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