No se olviden de Buenaventura Luna
Hablemos del huaqueño. Profundizemos su obra. No dejemos pasar por alto ni sus sentencias ni su pensamiento político. Olvidarlo y montar un show sobre él, es más que nada un protocolo. Démosle la importancia que se merece.
Marcelo Castro Fonzalida
Este domingo que pasó el gran Armando Tejada Gómez cumpliría 90 años. Un 21 de abril de 1929 nacía uno de los poetas más influyentes de la música y la literatura Argentina. Desde ese momento Tejada Gómez participó de un sinfín de actividades como hacedor cultural de nuestro país, y sobre todo de la región cuyana.
En Mendoza actualmente se están llevando a cabo varias actividades para conmemorar la vida y obra de Armando de una manera impecable. Los mendocinos usan remeras con la cara del poeta y tienen en sus espaldas alguna frase escrita por el escritor social. Sin dudas hay una reverencia enraizada en el pueblo sobre el pensamiento de este artista que dejó una decena de libros escritos, tan actuales como urticantes para la sociedad en la que nos toca hoy vivir.
De esa manera podríamos hacerlo con Buenaventura Luna. A pesar de todos los esfuerzos de manera independiente y auto gestionada por escritores jachalleros para revalorizar el pensamiento dojortiano, parece no alcanzarle a todo San Juan.
Si es cierto que el año pasado cultura de San Juan trató de levantar a Luna desde su bagaje literario en la Feria Internacional del Libro. Pero insisto en algo, aún no alcanza.
Las escuelas jachalleras aún no entienden la importancia de don Buena en las aulas. Todavía sobrevuela el revisionismo de los dirigentes políticos culturales para sentarse a estudiar la obra de este huaqueño que tanto aportó al folclore nacional.
El estilo de escritura de Buenaventura, su capacidad artística, sus letras hecha canciones, la influencia causada en otros grandes como Atahualpa Yupanqui y hasta el mismo Tejada Gómez, parece no bastar para que los jachalleros no terminemos de darnos cuenta quién era Eusebio de Jesús Dojorti.
Buenaventura Luna tiene peso muy propio. También ideología y actividad política. Una cierta cosmovisión del arte y la cultura de los pueblos. Todo eso y más posee cualquier texto que se pueda leer de él. Solo que parece que todo el país lo entendió menos los jachalleros. En realidad, haciendo la rigurosa salvedad, de que los que más deberían entender a Buenaventura no lo hacen. Y lejos está al parecer que eso suceda.
Las gestiones culturales de años en Jáchal parecen solo entretenerse con el Fogón de los Arrieros. Y así ver que maquillaje más brillante pueden ponerle a ese poema federal en cada noviembre sanjuanino.
No hay talleres ni exposiciones sobre Buenaventura Luna. No hay un fomento para crear un museo de Dojorti. Excepto el que impulsa con muy sólidos fundamentos el Centro Cultural Jáchal La Montaña. Cuyos miembros, entre otros, está uno de sus nietos Carlos Semorile, el escritor y sociólogo José Casas, Cristian Mallea y tantos otros que conforman ese grupo (abierto a todos los que se quieran sumar) que se interesa plenamente y a cada instante de revivir a Luna.
Buenaventura Luna es, desde el comienzo del Siglo XX, el jachallero más acentuado en su costumbre de pueblo que haya existido. Por eso no es menor entenderlo. Y bajo esa óptica sacar a la luz la idiosincrasia de ese hombre que a pesar de haber muerto muy joven, decidió ponerse en sus hombros a una provincia, una región y una manera de vivir contra los embates del sistema fagocitante de los pensamientos coloniales e individuales.
El mismo Buenaventura decía que “unos te llevan flores y otros te hablan de amor”. Pues al final son demasiadas flores que se marchitan muy rápido al momento de entender a Luna.
A veces se comenten errores, tal vez un poco romantizados por la historia, de canonizar a estos grandes pensadores populares. Bajar del bronce a don Buena no es una ofensa, al contrario, es tratar de emparejar las consonancias de su vida en acciones concretas para Jáchal, o cualquier otro pueblo.
Hay salvedades en todo. Una de ellas es la de muchos músicos jachalleros que decidieron ponerse a cantar y reproducir el mensaje de Buenaventura. Hombres y mujeres que se dejaron interpelar en la poética de Luna. Por otro lado también escritores que bajo la mirada y observación de las letras, profundizaron en el estilo literario de Dojorti.
Pero no alcanza. El pueblo sigue huérfano del pensamiento dojortiano.
Puede llegar a ser una insistencia trillada lo que por aquí se plantea. Pero justamente cuando parece que la figura de Buenaventura puede gastarse, es cuando más hay que hablar de él.
Por favor señores y señoras, ustedes que pueden decidir desde las políticas culturales, no se olviden de Buenaventura Luna.