Envuelto en las redes
El mundo se vuelve incierto y te atrapa, juega con tu vida y vos te divertís con él. Así están las cosas, a veces todo se resume a un juego. Eso parece ser hoy en día las redes sociales. Por Marcelo Castro Fonzalida
Marcelo Castro Fonzalida
Hay ciertos estudiosos que aún siguen pensando que los medios de comunicación son el cuarto poder, los constructores de la democracia y otras cosas más. Lo cierto es que nunca se imaginaron que las redes sociales iban a convertirse no solo en un poder más, sino en una parte especial de la vida de cada persona.
La sociología estudió por años las clases sociales. Hoy las redes sociales mezclaron todos los estratos y los remplazaron por generaciones. Una manera de llamar a su público o usuarios, dónde no hay diferencia a la hora de poseer una cuenta de cualquier red. Está la Generación X (35 a 55 años), los Millennials (25 a 34 años) y los Centennials (menores de 25).
Argentina encabeza el top cinco de los países del mundo en ser los más adictos a Facebook, Instagram, Twitter y WhatsApp. Pero eso no parece importarle a nadie. Solo hay que sacarse fotos y escribir posteos posmodernos acerca de la felicidad construida y englobada en el universo de la social media.
Estamos envueltos en sus redes. Nos creemos todo lo que aparece en “face”. Las fake news (noticias falsas) están a la orden del día. Las encuestas políticas se presentan como tendencias y sondeos casi institucionalizadas. No importa la metodología de las consultas, lo único que interesa es quién tiene más dinero para pagar esas encuestas y aparecer como posibles candidatos o el más votado.
Cada político tiene su encuesta en las mismas redes sociales. Y cada uno de ellos es el ganador. Así se convence, así se construye un ideal social que dista mucho del hambre que hay en las calles.
Las redes sociales manejan la impunidad del anonimato, aun siendo nosotros mismos los que estamos detrás de cada publicación. A veces no pensamos como lo que publicamos, pero igual lo hacemos.
Las redes sociales dirigen nuestra idiosincrasia: hablamos su lenguaje, resignificamos distinto, tenemos una doble vida.
Sin ir más lejos, el periodismo sufrió el vendaval de las redes. El qué de la noticia murió hace rato. Porque antes de leer un diario, directamente ingresamos a las redes y ya sabemos qué pasó. Ahora los medios debemos preocuparnos realmente por el por qué. Explicar a nuestros lectores por qué pasó lo que pasó. Eso tampoco está mal del todo. De última los medios debieron preocuparse por despertar de una larga siesta y darles a sus usuarios una dosis de mejor calidad comunicacional.
La palabra creer en las redes sociales no existe. No les importa si confiamos o no en lo que estamos leyendo; solo se ocupan en imponer, posicionarse. Ser tendencia.
Si no me cree, espere un tiempo, muy corto. Haga un ejercicio: lea antes por otro lado que no sean las redes sociales sobre la campaña y promesas de algún político y luego entre a las redes. Se dará cuenta usted mismo quién miente menos.
No se deje enredar por las redes. Hay que desatar más la mente.