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Actualidad Jachallera » Deporte » 22 ago 2018

Boca, sin respuestas para los partidos con roce, presión y mucho juego aéreo

Noguera (18) cabecea tras una jugada de pelota parada, y encamina el triunfo de Estudiantes sobre Boca


La derrota contra Estudiantes en el estadio de Quilmes, que puso fin a su racha como dominador absoluto del fútbol argentino durante 617 días, causó preocupación en Boca . No solo en el cuerpo técnico: la bronca envolvió también a los hinchas, que reflejaron el descontento en las redes sociales, esa tribuna virtual que tienen aquellos que no pueden asistir a los partidos. El motivo del malhumor no es la caída en sí, sino la forma. Porque Boca perdió un partido que tuvo una característica particular y se quebró en circunstancias que para Guillermo y Gustavo Barros Schelotto son un verdadero dolor de cabeza. Debilidades de un ciclo que lleva ya casi dos años y medio.

En el pasado, entre 2014 y 2015, había sorprendido en Boca la forma en la que perdió los superclásicos por la Copa Sudamericana y la Libertadores, respectivamente: los xeneizes se habían acostumbrado desde los años dos mil a imponer supremacía en los torneos internacionales, con una mística muy característica. Pero River se plantó en cada uno de esos cruces eliminatorios con una idea: dar forma a un partido sucio -en el buen sentido-, molesto para un rival que se incomodaba ante la fricción. El conjunto entrenado por Marcelo Gallardo presionó, ahogó, cometió infracciones -algunas, groseras y obviadas por los árbitros-, con la intención de que los futbolistas de Boca sintieran nerviosismo y acudieran a resoluciones apuradas. Así, simplemente así, Boca quedó en el camino en ambas series.

Si bien aquel Boca era dirigido por Rodolfo Arruabarrena, ese tipo de partidos se ha vuelto irresoluble también para los hombres que hoy conducen, desde marzo de 2016. Hay compromisos puntuales que en lo previo se insinúan hostiles. Quizás el propio cuerpo técnico también lo sepa, pero el problema es que no encuentra un plan B para contrarrestar la propuesta y esa actitud de avasallamiento que le impone el rival. Y la preocupación mayor es que pasan el tiempo, los encuentros, y Boca pierde los partidos ante un mismo libreto.

El primer eslabón de la serie de derrotas con el mismo sello fue frente a Tigre por 2-0 en Victoria, en 2016; aquella vez, los mellizos decidieron jugan con una alineación alternativa. El equipo fue pisoteado en el campo y Guillermo al día siguiente se enfureció: juntó a todos sus jugadores y los reprendió con gritos que sonaron en las calles que envuelven al complejo Pedro Pompilio.

Pero los retos no corrigieron los errores, que se suceden hasta la actualidad. Porque de esa manera le ganó anteayer Estudiantes a Boca, y así este perdió su histórica marca como líder doméstico: en un encuentro en una cancha que ofrece menos espacios y contra un adversario que saborea el roce y, de hecho, lo propone, empujado por su público, también gustoso de ese estilo. Se sabía eso desde antes de que el árbitro Diego Abal pitara el inicio, pero Boca no contrarrestó ese estilo que le propuso Estudiantes en ningún momento. "Hicimos todo lo que querían ellos. Así no vamos a poder ganar la Copa", dijo Leonardo Jara, en un análisis crudo, pero realista.

Lo mismo le sucedió meses atrás ante Argentinos en La Paternal, en la que una formación local con juveniles no le dio aire ni espacio y festejó un 2-0 impiadoso. Con el mismo método, Independiente le ganó por 1-0 la última vez en el Libertadores de América... Rosario Central es uno de los equipos que más corren de eje a Boca, tanto, que en el ciclo Barros Schelotto el equipo xeneize nunca salió victorioso. Y no es casualidad, ya que los canallas afrontaron esos partidos con el mismo plan. También figura el empate 1-1 en el Nuevo Gasómetro del que todo San Lorenzo se quejó de fallos polémicos del árbitro Trucco. El Ciclón, a fuerza de actitud y pierna al límite del reglamento, jugó mejor que y sostuvo una igualdad con dos jugadores menos en el cierre.

El único resultado positivo que Boca logró en contextos de adversidad fue el 1-0 sobre Banfield en un encuentro en que padeció la ferocidad del Taladro. Lo ganó por su jerarquía individual: Julio Falcioni presentó un conjunto repleto de juveniles, condicionado por su participación en la Copa Libertadores.

Los planteos combativos no son un único karma de la era Barros Schelotto. Otro llamado de atención constante es el de los goles de pelota parada. Contra Estudiantes Boca sufrió otra vez lo que viene arrastrando desde el inicio de la Superliga 2017/18. "Fui a cabecear y me sorprendió lo solo que estaba", explicó Fabián Noguera, el defensor que abrió el marcador, tras un córner; en la jugada previa, también un tiro de esquina, el arquero Esteban Andrada hizo una atajada espectacular. "Fallamos en lo que no teníamos que fallar, en lo que venimos trabajando", dio su parte Pablo Pérez.

En la temporada pasada fueron ocho los goles que recibió por esa vía. Y los errores pueden distribuirse en tres partes. Hay goles que se producen por una sistema de marcación que no le sienta cómodo al plantel: "Solemos hacer marca mixta", reconoció Carlos Izquierdoz. Los hay también por segundas jugadas, y por movimientos de distracción de los rivales para desubicar a los defensores.

Godoy Cruz, mediante Leonel Galeano, había igualado en la 3ª fecha de la Superliga 2017/2018, cuando Boca finalmente se impuso por 4-1, luego de un tiro libre que se jugó por abajo, lejos del área, para provocar las desatenciones. Siete jornadas más tarde fue Central el que se aprovechó de la situación con la aparición de Marco Ruben: con el mismo método, los rosarinos lo eliminaron de la Copa Argentina 2017 con un gol de Mauricio Martínez.

San Lorenzo se puso en ventaja con un rebote que tomó Rubén Botta en absoluta soledad, tras un córner despejado. En la fecha 17, en la Bombonera, Álvaro Fernández descontó de cabeza tras otro tiro libre en el que se evidenció un movimiento de distracción. Tres fechas después, en Tucumán, Boca volvió a sufrir sus carencias defensivas y dejó muy solo a Javier Toledo, que abrió el marcador, algo que logró también Carlos Quintana en el partido siguiente, para anotar el gol de Talleres en la Bombonera.

Incluso la noche en que se consagró bicampeón en La Plata, Boca sufrió en ese aspecto del juego: Nicolás Colazo aprovechó una segunda pelota para atacar el área y empujar la pelota al gol.

Boca hizo historia y se transformó en récord del fútbol argentino, con una racha que concluyó a los 617 días. Sin embargo, también podría ser récord por tropezar una y mil veces con la misma piedra: la de las acciones de pelotas paradas y los partidos de pierna al límite del reglamento, acaso las dos mayores debilidades del ciclo Barros Schelotto.

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