Hay muchos recuerdos para don Ciro. Pero lo primero es pensar en eso, en ese apodo de Don. Pocos llegaron a ser tan respetados, queridos y venerados para ser llamado con un respeto impoluto. Pues Ciro lo logró.

Caballero en realidad llegó a todos lados, por dónde Jáchal estaba, ahí aparecía. La calle Laprida debería pasar a llamarse Ciro Caballero.

Su bicicletería tendría que ser una exposición de museo. Por ahí pasó parte de la historia de Jáchal.  Pedal tras pedal, cada vez que una rueda se inflaba era una página que se escribía.

Sus bicicletas están quietas, desde ahora estarán esperando las manos grandes de Don Ciro. Un ángel de la bicicleta, un político de la vida jachallera.

En el pelotón de ciclistas que se esfuerzan por vivir sus sueños está don Ciro. Cargado de risas y sabiduría, él se confabuló en los corazones de los habitantes del pueblo.

Su caminar haciendo juego con su temple en su cara particular todavía sigue  intacto. Ciro sentado en el umbral de su lugar en el mundo, el gran palacio de ruedas y parches hecho bondades.

Hace rato que Ciro peinaba canas. En cada uno de sus cabellos había una enseñanza, una historia de bandera a cuadros y militancia.

Ciro Caballero fue de esas personas que sabíamos que ahí estaba siempre, de esas que los años no lo marchitan ni lo corrompe.

Ciro ahora con sus piernas largas llegó al cielo.

Dicen que por las otras vidas hay un sinfín de circuitos para andar, pues aquellos que andan por ahí están felices, saben que Ciro llegó para que sus bicicletas estén engrasadas  de humanidad y sabiduría.

FOTO: ROBERTO RUIZ