jueves 25 de abril de 2024 - Edición Nº2775
Actualidad Jachallera » Opinión » 15 nov 2018

Patrulla juvenil

Jugando en tardes noches jachalleras de mucho calor con mis amigos decidimos mirar la cuneta de nuestra calle, le decíamos cuneta a la acequia. Reflexión semanal de Marcelo Castro Fonzalida.


Por:
Marcelo Castro Fonzalida

Éramos unos seis niños en la cuadra de mi barrio, nos llamábamos la patrulla juvenil y hacíamos servicio a la comunidad de ese pequeño universo que se traducía en diez casas.

La cuneta estaba repleta de mugre: bolsas de plástico, botellas de gaseosas, un poco de berros silvestres y raíces de pimientos. Un cóctel perfecto para que el agua se estanque y no fluya por la acequia de la calle Catamarca.

Nos llamamos patrulla juvenil, ignorando por completo lo fáctico que eso podía oírse.

Con la patrulla conformada, cortamos unas gordas ramas de un álamo seco frente a nuestra calle, en nuestro Barrio Fronteras. Esos troncos fueron nuestra herramienta de trabajo. De esa manera permitíamos una buena circulación del agua.

Todos al unísono gritábamos: ¡patrulla juvenil, patrulla juvenil! Tras nuestra puesta en escena lo vecinos salían a mirarnos, a ver el servicio prestado que les dábamos, y como nuestra inocencia los ayudaba a recordar que ellos también fueron niños.

Nunca tuvimos una recompensa, la patrulla juvenil se disolvió pronto. Pero  en esas semanas la cuneta de nuestra calle nunca estuvo tan limpia. Pulcra de yuyos, de olvidos, de tristezas, de maldades. La patrulla tenía un objetivo firme y noble: jugar sin medir el tiempo y el esfuerzo.

Fue difícil olvidar la patrulla juvenial, pero estábamos listos para pasar a nuestro siguiente emprendimiento: las carreras de barquitos. O mejor dicho de tapas de gaseosas; las de las botellas que sacamos con la ya extinta patrulla juvenil.  

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