alarmante informe
La corriente oceánica que protege a la Antártida podría perder fuerza por la aceleración del deshielo
La Antártida es uno de los lugares más fríos e inhóspitos del planeta, pero también una pieza fundamental en el equilibrio climático global. Este continente cubierto de hielo actúa como una memoria del clima terrestre y, al mismo tiempo, como un indicador de los cambios provocados por el calentamiento global. En las últimas décadas, el aumento de las temperaturas comenzó a alterar su entorno a un ritmo acelerado.
Redacción Actualidad Jachallera
Uno de los elementos más afectados por este proceso es la Corriente de Pendiente Antártica (ASC, por sus siglas en inglés), una corriente marina que fluye cerca de la costa antártica y que desempeña un papel esencial como barrera entre las aguas cálidas del norte y las frías aguas polares.
Un estudio reciente publicado en la revista Geophysical Research Letters analizó cómo responde la ASC a distintos escenarios de cambio climático, incluyendo el aporte progresivo del deshielo.
El comportamiento de este flujo de agua influye directamente en la distribución del calor en los océanos, en el derretimiento de las plataformas de hielo y, por extensión, en el nivel del mar. A partir de simulaciones de alta resolución, el trabajo muestra que, a pesar de que el aumento del deshielo es gradual, la corriente podría acelerarse de manera mucho más marcada hacia mediados del siglo XXI.
Este comportamiento no lineal podría tener consecuencias importantes en el sistema climático global, especialmente por su impacto en la transferencia de calor hacia la Antártida y el debilitamiento de las plataformas de hielo.
Según el estudio, cuando el deshielo se incrementa de forma constante, como es esperado en un escenario de altas emisiones contaminantes, la ASC responde con una aceleración cada vez más intensa. Aunque el aporte de agua dulce crece de manera lineal, la velocidad de la corriente aumenta casi un 50% en la segunda mitad del experimento, entre 2025 y 2050.
Esta intensificación ocurre porque el agua de deshielo, menos salada y más liviana, se acumula en la plataforma continental y reduce la formación de masas de agua más densas, que normalmente se hunden y circulan hacia el fondo del océano. Al limitar ese proceso, se facilita el ingreso de aguas profundas circumpolares (CDW), que son más cálidas y saladas, hacia la zona costera.
Esta acumulación de agua dulce genera un contraste más marcado con las aguas profundas del océano. Esa diferencia de densidad es la que impulsa la corriente, que se intensifica a través de un mecanismo conocido como balance del viento térmico, un principio físico que vincula la estructura interna del océano con la velocidad de las corrientes.
El resultado es un círculo de retroalimentación: el deshielo refuerza la corriente, la corriente acerca aguas cálidas a las plataformas de hielo y esas aguas aceleran el derretimiento. Además, la acumulación de agua dulce y los cambios en salinidad afectan a la circulación termohalina, una corriente global que distribuye calor entre los océanos y que actúa como una especie de sistema de regulación térmica del planeta. Alteraciones pueden amplificar los efectos del cambio climático a nivel mundial.
Los investigadores utilizaron el modelo ACCESS-OM2-01, que simula el comportamiento del océano y el hielo marino con un alto nivel de detalle. Permitió evaluar cómo se comporta la ASC bajo tres escenarios diferentes: uno sin perturbaciones, otro con cambios en el viento y la temperatura del aire, y un tercero que además incorpora un aumento gradual del agua de deshielo desde el año 2001 hasta 2050.
A diferencia de estudios anteriores que aplicaban un cambio abrupto en las condiciones, este trabajo optó por una perturbación progresiva, más cercana a lo que realmente se espera que ocurra con el deshielo antártico. El análisis comparó cómo varía la corriente en distintos sectores: sobre la plataforma continental, en la pendiente submarina y en toda la región costera de la Antártida.
Los resultados mostraron que el principal motor del cambio no es el viento ni la temperatura del aire, sino el aumento del agua dulce que ingresa al océano. Este deshielo no solo modifica la salinidad y la temperatura, sino que transforma el equilibrio físico que regula la intensidad de las corrientes. La aceleración observada se explicó en gran medida por el aumento del contraste de salinidad entre la costa y el océano abierto, un factor clave en la dinámica oceánica.