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Actualidad Jachallera » Interés General » 8 abr 2024

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El legado eterno de la Difunta Correa: La fe y la devoción en el Santuario erigido para honrar su memoria

Este fin de semana visitamos el Santuario de la Difunta Correa para recordar su historia, una leyenda arraigada en la cultura popular de San Juan. Este lugar de devoción, rodeado por las áridas montañas que fueron testigos de su tragedia, se convirtió en un símbolo de fe y esperanza para miles de personas que acuden para rendir tributo a su legado.


Por:
Redacción Actualidad Jachallera

En las áridas tierras de San Juan, una leyenda arraigada en la cultura popular ha transcendido generaciones, convirtiéndose en un símbolo de fe y devoción: la historia de la Difunta Correa. Esta icónica figura, cuyo relato fue transmitido de boca en boca, ahora es venerada en un santuario que se erigió en su honor, un lugar donde los fieles acuden para rendir tributo a su legado.

La leyenda de la Difunta Correa se remonta al siglo XIX, en plena época de conflictos y guerras civiles en Argentina. Según la tradición, una mujer llamada Deolinda Correa decidió seguir a su esposo, quien se había unido a las filas de los guerrilleros. Con su hijo recién nacido en brazos, Deolinda emprendió un viaje desafiando el árido desierto de San Juan, atravesando peligros y adversidades.

Trágicamente, Deolinda falleció en medio del desierto debido a la falta de agua y alimentos. Sin embargo, su hijo sobrevivió milagrosamente gracias a la leche que fluía de los pechos de su madre difunta. Este milagro se convirtió en el núcleo de la leyenda, dando lugar a la devoción popular hacia la Difunta Correa como protectora de los viajeros y los necesitados.

El santuario dedicado a la Difunta Correa se encuentra en Caucete, rodeado por las áridas montañas que fueron testigos de su tragedia. Miles de peregrinos llegan cada año para dejar ofrendas y agradecer los milagros concedidos por esta venerada figura. El lugar está adornado con cientos de botellas de agua, que los devotos dejan como muestra de gratitud por los favores recibidos.

El emplazamiento del santuario no fue una decisión fortuita, sino el resultado del arraigo profundo que la historia de la Difunta Correa A lo largo de los años, el lugar ha crecido en tamaño y esplendor, convirtiéndose en un punto de referencia tanto para los creyentes como para los curiosos que desean conocer más sobre esta fascinante historia.

La historia de la Difunta Correa y la construcción de su santuario son testimonios vivos del poder de la fe y la devoción en la cultura argentina. Más allá de ser solo una leyenda, la figura de la Difunta Correa continúa inspirando a aquellos que buscan consuelo y protección en tiempos de dificultad, convirtiéndola en un símbolo perdurable de esperanza en medio del desierto de la vida.

Una de las historias de la Difunta Correa, tiene como protagonista a Don Flavio Zeballos, un arriero que en 1898 le realizó un pedido o, mejor dicho, una “misión imposible” a Deolinda, quien no dudó en agradecerle. Una tormenta muy fuerte azotó a la zona que actualmente se conoce como Cuesta de las Vacas.

En medio de los truenos y relámpagos, las vacas se dispersaron por todo ese campo, “que era la nada misma”, y tanto el arriero como sus compañeros perdieron a los animales. Cuando todo era desesperación, Don Flavio, conocedor de los milagros de la Difunta Correa, buscó el montículo donde estaba la cruz de la Difunta. Al llegar al lugar, Zeballos hizo la promesa para solicitar el regreso de las vacas.

Al día siguiente, cuando el cielo estaba despejado, Zeballos y compañía recibieron el milagro: localizaron a las 500 vacas, todas juntas, sanas y salvas. “Se dispersaron en la noche y se juntaron cuando pasó la tormenta. Ese fue el milagro que recibió mi tatarabuelo”, contó.

 

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