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Actualidad Jachallera » Opinión » 30 nov 2018

Los anticultura

Las manifestaciones artísticas siempre son veneradas. Salvo cuando a algunos no les gusta lo que dice porque sus intereses son más importantes que las pinturas, o los murales en una esquina.


Por:
Marcelo Castro Fonzalida

Y sí, a veces pasan estas cosas, parece ser común en los tiempos que vivimos. Aunque todo el mundo hable de libertad de expresión, estamos más cerca de los años de plomo que de las libertades ganadas. Siempre, en cualquier parte del mundo se comente algún acto de anticultura.

En 1933 los Rockefeller, multimillonarios e iconos del capitalismo mundial le pidieron al muralista mexicano, Diego Rivera que pintara un mural en el Rockefeller Center. El artista lo hizo. El mural se llamó “El hombre en el cruce de caminos”. En la pintura se veía la presencia de Marx, Lenin y Trotsky. Como no les gustó a los magnates ricos, hicieron que lo retiraran. Duró algunos meses la exposición del artista, pero la censura toda la vida.

Las muestras de anticultura fueron una marca registrada más de la posmodernidad.

Los poderosos, los dueños del mundo y cierto sector incompetente de la casta política se dedicaron a realzar las “bellas” artes y dejar de lado las expresiones más llanas y vivas de la cultura de sus épocas.

Pasó también en la literatura nacional. Sin negar el legado grandioso e universal de Borges, Bioy Casares, Macedonio Fernández y las hermanas Ocampos; todos/as ellos mantuvieron una elite de culto casi sagrado a la hora es escribir. Su manera europeizante de ver la vida en una Argentina emergente socialmente no llegaba a los barrios, berretínes y pueblos del territorio nacional. Hasta que llegó Roberto Arlt. Este escritor se dedicó a contar la vida de las calles de Buenos Aires en sus Aguas Fuertes Porteñas. Los flamantes lectores se acercaban a esa literatura argentina que tanto los había ocultado y postergado. Obviamente que Borges y Arlt están en las antípodas de la lengua fantástica. Los seguidores acérrimos del gran Borges se hundieron en militar un lenguaje que cada vez los ponía más cerca del bando de los anticultura.

En el libro El sentido social del gusto: Elementos para una sociología de la cultura, obra dedicada al pensamiento de Bourdieu, él deja una frase casi final. Ese pensamiento es más que necesario decirlo: “La sublimación estética a la que el artista somete los desechos más resueltamente rechazados del gusto burgués es también una verdadera redención social”. Es decir, lo que hay para decir, en un contexto determinado y casi como una denuncia, el sistema lo degenerará, lo rechazará y hasta lo prohibirá.

El artista grafitero inglés Bansky pintó hace algunos años en el centro de Londres a un policía con una cámara. Esa obra hacía referencia a las cientos de cámaras que vigilaban la ciudad en el seno de la monarquía del Reino Unido. El gobierno mandó a sacar la pintura de la pared en clara manifestación anticultural. El mensaje de las autoridades fue básicamente: grafiteros, el arte aquí no tiene lugar.

Aunque se esperaba un acatamiento masivo, fue todo lo contrario. Los grafiteros de Londres llenaron las paredes de aerosol y con dibujos antisistema.

La anticucultura roza todos los estratos y continentes. Es una base más de censura de la globalización.

Jáchal también tuvo su manifestación de anticultura hace días. Mientras muchos se vestían de saco y corbata, o de gaucho de las zonas pampeanas y nada de los bravos de cuyo; la policía hacía el trabajo sucio.

Un grupo de estudiantes de una escuela jachallera junto a artistas de murales debieron abandonar su trabajo en una esquina del pueblo. Estaban pintando un mensaje por el agua, defendiendo los recursos naturales y creando conciencia. Lo que hace el arte, ni más ni menos. Pero la policía procedió. Entre vericuetos, dimes y diretes, un mural en una esquina de Jáchal quedó a medio hacer.

La orden siempre fue no dejar que hombres y mujeres se expresen libremente.

Rápidamente el sistema condena: son drogadictos, femi-ambientalistas, eco-terroritas, o simplemente jóvenes (que eso también se ha transformado en un insulto y categoría demoníaca).

En plena Fiesta Nacional de la Tradición, en el apogeo de la expresión cultural del norte sanjuanino hubo anticultura.

Se debe entender que las expresiones más diversas en idea, cultura, modos de vivir, de ver el mundo y demás es lo que más ayuda a que las sociedades avancen. Y no se trata solo de que unos emergentes artistas puedan decir algo que a los gobiernos no les gusta, se trata de que los entiendan y respeten.

Ojalá las calles de Jáchal florezcan en colores. Que todas digan algo. Les guste a unos o no.

La anticultura es censura. Las personas pasan, el retraso de los pueblos no.  

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